viernes, agosto 17, 2007

Bear Force 1



Sin comentarios.

Guardado en: Vídeos.

Etiquetas:

6 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Lo del peluche en el suelo, bajo la lluvia, solo, de noche... ¡má impactao!

sáb ago 18, 03:03:00 a. m. 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Todavía no me he recuperado del visionado de video..., cuando supere el shock quizás escriba algo más.

sáb ago 18, 11:28:00 a. m. 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Dios mío...pensé que uno ya lo había visto todo...

xD vaya bueno !

dom ago 19, 12:34:00 p. m. 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Esa música me recuerda a cuando me mandaba mi madre ir a la discoteca, a decirle a mi hermana que ya eran horas de estar en casa, claro que yo era tan enano que sólo podía oir todas esas canciones, ver muy poco desde donde estaba el portero y esperar a que alguien saliese para darle el recado. :D Les ha faltado inundarlo todo de humo para acercarme más a ese recuerdo. jajajaja

vie ago 31, 06:52:00 p. m. 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Pues si, sin comentarios, saludos.

jue sept 27, 12:05:00 p. m. 2007  
Blogger dioni blasco dijo...

La carpeta


Después de un buen fin de semana en Zaragoza, hoy lunes ya solo nos quedaba ir a la tienda de ababol fashion a entregar el relato que javi escribió para el concurso de expo-Eros de este año.
Y comprar alguna cosilla que no sea de comer, si no para ser comidos mas bien.
Los dos somos de Madrid y una vez que llegamos a la capital del ebro nos dijeron de ir al monasterio de piedra unos amigos maños, los cuales eran expertos en temas de naturaleza, asunto que a nosotros nos gusta, desde luego.
Asi que ya el sábado por la mañana nos fuimos en coche hasta allí, sin saber que demonios era por nuestra parte.
Yo me llamo Jesús, y bromas a parte no me esperaba semejante caminata ni por asomo, vamos. Nuestros amigos estaban acostumbrados a vernos quejar por todo asi que no tuvieron clemencia alguna. Por cierto, conocí a un tal Eduardo que bien se merecía haber estado mas tiempo al lado mio. Era cuarentón, como yo y vestía de una forma que todo su cuerpo se podía imaginar sin ver. Era alto y bien sobrado de kilos, algo canoso y sumamente cariñoso conmigo. Por el escote de la camisa a cuadros salían pelos de todos los colores y su fortuita forma de conducir me hacia imaginar lo que no era.
Durante ese largo paseo intentaba hablar con el sobre temas absurdos pues no sé mentir bien y estaba claro que la atracción era mutua.
Yo estaba con javi y él con Sergio, un moreno encofrador duro como el acero, pero niño por dentro. Como me gustan los hombres, vamos.
Fue una mañana extraña, con deseos confundidos y con una comida segura o prometida al menos, en un pueblo cercano. Platos caseros y productos de la tierra.
Miraba a través de esos vaqueros mi postre favorito y es que no sé si era peor ir a su lado o detrás de el, situación que ya me hacia fumar los cigarros de tres en tres.
Bebíamos agua a chorros y se mezclaba con nuestras pecheras en plan bruto, como si fuera o estuviese bendecida.
Un bocadillo de membrillo y queso trajo para los cuatro Sergio.
Toda una barra de pan para ser compartida como juego.
A mí me toco el primer bocado a modo de presentación y dios como me miraban al abrir la boca, sobretodo Eduardo, me puso tan nervioso que no tarde en atragantarme y ponerme a toser como un descosido.
Cosa del tabaco, decia el pobrecito Javier, sin tener ni idea lo que se me pasaba por la mente.
Pero fue peor todavía cuando y por votación le toco después a Sergio.
Abrió la boca hasta mas no poder y engullo una buena parte mirando hacia mí. No le di importancia y esperaba el turno de javi. Como siempre le gustaba mas contar que hacer. Pellizco la base de pan y después se conformo con comer un trozo apenas notándose en sus mofletes. Todos reímos, pues en su barba quedo alojada gran parte del membrillo durante unos segundos. No quise decirle nada pero no hizo falta. Sergio se lo recogió con la lengua y acabo depositándolo en sus labios.
Los cuatro permanecimos callados unos instantes. La fidelidad se había destruido. Era el turno de Eduardo y no hacia falta decir nada.
Javi estaba entusiasmado con Sergio, no se desde cuando ni por que.
Me limite a observar como apretaba la manoseada barra de pan.
Destrozaba la barra a trocitos pequeños, y me la paso.
Sabia que después de lo visto un juego tan tonto como ese no me iba a excitar en absoluto.
Acabamos la barra y terminamos la ruta por el monasterio de piedra y fuimos hacia el coche.
Seguíamos igual de sentados. Yo con Eduardo delante y Sergio, que acariciaba la pierna de Javier, detrás. Sabían que no les podía ver.
Aunque a veces bajaba el parasol y por el espejito los veía explorándose el pecho y pellizcándose los pezones.
El entretenimiento no les duro mucho rato pues tardamos poco en llegar a un restaurante amplísimo, con brasa, con buen vino, parecía tenerlo todo.
Incluso lavabos muy cuidados y limpios.
Teníamos una mesa reservada y me fui con la excusa de limpiarme las manos.
Sobretodo quería olvidar el olor corporal de Eduardo por un rato, estaba excitado y era de idiota él sentarme asi a la mesa.
Abrí los grifos y prácticamente metí la cabeza debajo del agua.
Un hombre me miraba con cara extraña.
Coji unas cuantas dosis de jabón y me las restregué por las manos con cuidado.
Seguía mirándome con cara de loco.
Fui a por el papel y me hice con una buena pelota secándome las manos.
Por fin lo mire a los ojos.
Él miro directamente hacia mi entrepierna. Estaba claro que no era mi dia de suerte.
Era mas maduro que yo, casi totalmente canoso. Un simple bigote adornaba su arrugada cara. Lo mire por unos cuantos segundos mas después de tirar la bola de papel. Alguien tocaba la puerta desde fuera. Me acerque y por un momento puso la mano encima mía.
Me sujeto con su mano derecha y con la izquierda abrió la puerta de uno de los retretes.
Me llevo adentro y cerro.
Paso sus manos por mi pecho y lamió mi cara dándome prácticamente nauseas.
Bajo sus rodillas hasta el suelo y me desabrocho los pantalones.
Yo me bajé los calzoncillos y comenzó a chupar a un buen ritmo.
Visto que Eduardo no venia, era lo mejor que me podía pasar.
Se notaba que había estado excitado durante toda la mañana pues no tarde en dejarle dentro de su boca una buena embestida de leche, a suponer por las contracciones que tuve durante el orgasmo.
Aquel hombre volvió a ponerse de pie. Me dijo que no dijera nada y salio.
Yo me senté en aquel mismo retrete durante unos minutos.
Por fin vino a buscarme javi, riéndose de mí, diciendo que estaba Eduardo hablando por teléfono y que estaba haciendo el gilipollas esperándolo. Me reí a carcajadas y le mentí,
- Te estaba esperando a ti, capullo.
Le di mordiscos en la barriga hasta que note como sus latidos exclamaban mi nombre, mis manos, mis labios.
De entre aquella pelambrera busque su ombligo, lo mordisquee tambien, y debajo de allí un bosque de pelo con un trofeo que ya estaba por todo lo alto.
Olía demasiado fuerte, como si ya se hubiera excitado antes de estar conmigo.
Durante ese paso de la lengua por todo su falo, me imaginaba como se debían de haber metido mano por debajo de la mesa, o incluso ya en el coche mientras yo me mordía de ganas de despistar al conductor con mi tranca.

Empezaron a temblarle las piernas y se apoyo contra la pared haciéndome hacer un esfuerzo extra ya que yo me quede sin movilidad entre su cadera y las baldosas. Comenzó a moverse él, hacia delante, hacia detrás, cada vez mas despacio.
Se detuvo y hecho un paso atrás, sudoroso, con los ojos en blanco, como a mi tanto me gusta verle.
- Ni lo sueñes, no hay sitio. Le dije.
Mis palabras fueron en vano.
Segundos después estaba de rodillas encima de la taza contra la pared.
- Aquí no, javi.
Cuando se ponía burro no había forma de poder pararlo, ya lo conocía bien en ese aspecto.
Alguien entro al baño. Yo notaba sus dedos jugando conmigo.
Quien fuera orinaba copiosamente.
Comencé a notar su lengua jugando con el agujero de mi culo.
Y su mano acariciándome los testículos.
A estas alturas ya sabría que yo había descargado hace unos momentos, el tambien me conocía bien.
Por fin algo duro entro en mi, despacio, durante poco rato. No paso mucho espacio de tiempo en sentir como un liquido caliente se alojaba en mi recto. La puerta se abrió, sin poder ver yo nada pues sus manos me incrustaban contra la pared, sudorosas y resbaladizas.
Volví a sentir besos y un antifaz negro me tapo la vista.
Después un nuevo falo entraba y salía de mí con demasiada velocidad.
Estaba claro que no era mi chico.
Me hizo dar la vuelta y volverme a sentar para seguir comiendo un plato grandísimo, me sujetaba las manos contra la pared con los brazos levantados, hasta que note quien era el dueño de ese sudor.
Era Eduardo que parecía no acabar nunca.
Luche por soltarme y me puse de pie. Me quite el antifaz y sonreí,
- Vamos a comer y luego más tranquilos me ocupo de ti. Le dije.
Él me beso con fuerza y con rabia y llevo mi mano hasta donde él quiso.
Estaba claro, tambien quería comer después del aperitivo.
Me agarro con fuerza el pelo y me arrastro para que lamiera como un desesperado.
Pero no había forma de poner fin al asunto.
No conseguía llegar. Me iba a destrozar el cuello y lo sabia, pero estaba como enloquecido.
Lo agarre y le puse contra la pared y fui yo el que esta vez introdujo todo el arsenal en aquel nuevo culo para mí. No tuve el menor respeto por las normas y desde la primera entrada, todas fueron rápidas y profundas.
Eduardo gritaba, yo multiplicaba mis fuerzas hasta todo lo posible.
Él la tenia más dura cada vez. Yo seguía empujando y masturbando como un salvaje.
De pronto se derrumbo sobre la cisterna de la retrete.
Continuamente apretaba el pulsador para que la salida del agua disimularan en la medida de lo posible sus gritos hasta que exploto, ensuciando el retrete con gotas espesas que caían de el. Yo no me detuve y continué hasta que tambien conseguí expulsar lo que aun quedaba dentro de mí para dejar una pequeña parte mía dentro de su cuerpo.
Necesitábamos una ducha urgente, estábamos empapados en sudor y con un cansancio inhumano. Nos besamos lentamente.
De pronto se abrió de nuevo la puerta, sin previo aviso.
Era un guardia civil que nos miro atónito perdido.
- Fuera de aquí, por favor.
Nuestra respiración todavía entrecortada se vio paralizada por unos momentos. Pasamos un miedo terrible y salimos de allí sin decir nada.
Ya en la mesa comimos lo mejor posible, precisamente la visita inesperada no nos dio ningún tipo de morbo.
Regresamos a Zaragoza casi anocheciendo y se suponía que nos íbamos a dar una vuelta por unos bares de ambiente, pero al final se nos hizo tarde en el piso de Sergio.
Cenamos ligero y jugamos a las cartas. Ya por la noche mi pareja me dejo tirado y a cambio me dejo a solas con Eduardo. Parecía un plan perfecto y un regalo en toda regla, solo que se fue de allí dejándome con las ganas de disfrutar de su cuerpo.
Ni corto ni perezoso me fui a la habitación donde estaban estos dos y allí me encontré a Sergio encadenado a la pared.
Había velas de colores alrededor de una cama de matrimonio y Eduardo tenia cuerdas por casi todo el cuerpo entrelazadas entre sí.
Prácticamente tampoco se podía ni mover.
Sonreí como hacia tiempo que no lo había hecho y lo termine de encadenar a la pared tambien a el.
Fui apagando cada una de las velas sobre sus cuerpos desnudos, goteando la mayor cantidad de cera posible sobre sus sexos.
Disfrutaba humillándolos, era una fantasía que guardaba dentro de mí durante muchos años y por fin la podía llevar a cabo.
Metí un calcetín a cada uno en sus respectivas bocas y allí los deje no sin atar unas bufandas sobre sus caras, con las que además de no poder decir nada, tampoco podían ver.
Javi estaba completamente empalmado y parecía gustarle el juego, Sergio por el contrario, temblaba y se notaba inseguro. Asi que decidí improvisadamente que el seria mi ayudante.
Cojimos a javi y lo pusimos encima de la cama, dándole besos, chupando su miembro, arañando su pecho y azotando enrojecidamente casi todo el cuerpo.
A Sergio ya le había quitado toda la indumentaria que llevaba encima, aportaba ideas y colaboraba en que javi, lejos de relajarse, estuviera el mayor tiempo posible al borde del orgasmo.
Le puso por ejemplo un anillo en la base del pene que le oprimía lo suyo y que cada minuto hacia que se viera mas morada, con unas venas que pretendían reventar y con unos mordiscos que hacia que gritara o al menos lo pareciera.
- Ya esta bien. Le dije yo a Sergio.
Deje la cara de mi chico despejada y lo bese delicadamente.
Poco después introduje los calzoncillos que el mismo me había regalado, nuevamente dentro de su boca, acercando su cara hasta mi polla.
- ¿La ves? No es para ti precisamente...
Sergio lo comprendió y empezó a comérmela con cierto descaro.
Eduardo escupió los slip y comenzó a cagarse en todo. A partir de ahí comenzó a comer de los dos hasta que nos corrimos en su boca asegurándonos que tragaba toda nuestra leche.
Como no podíamos ser malos del todo le dimos de beber unas cuantas cosillas, tapándole las narices para que no se lo pensara mucho, hasta que se le vieran unos ojos rojos, vidriosos, lamentables.
Incomprensiblemente seguía con el rabo erecto y le besábamos el nabo las menos veces posibles, lo importante es que continuara asi.
Sergio se sentó encima de su tranca y comenzó a cabalgar sobre él.
Yo le besaba con cuidado. Tenia un aliento desconcertante que iba entre el sabor del güisqui y del ron, pasando por el de la cerveza.
Ambos empezaron a jadear como animales.
Yo miraba a mi chico y seguía besándole en los labios y en el cuello.
De pronto me miro con cara de poseído.
- Joder, te quiero cabron, eres el mejor. Me decia a gritos.
De pronto se quedo sin su compañero encima.
Se reía como un cerdo.
- Esta a punto. Creía que se iba, mira esto.
Sergio paso su dedo índice por la base del pene desde abajo hasta el capullo muy despacio y de forma muy suave.
- ¡Hijos de puta! Gritaba mi chico mientras lanzaba unos chorros de leche disparados hacia arriba.
Me puse al lado suyo y le volví a besar de nuevo. Baje la mirada y le quite los anillos, pinzas y cadenas que todavía llevaba puestas.
Me abrazo y me devolvió el beso.
- Te quiero, cabron. De Jesús solo tienes el nombre. Eres un puto diablo.
Acto seguido vomito gran parte de la cena, acompañada de lo que había ingerido.
Me lo lleve al baño y nos duchamos juntos. Volvió a vomitar un par de veces durante la noche, hasta que ya se quedo mas relajado y dormimos hasta bien entrado el medio dia.
No había comida hecha y no parecía que ninguno estuviéramos por la labor asi que llamamos por teléfono a un restaurante chino que vimos en las paginas amarillas. Unos menús que venían con todo lo típico y que en menos de treinta minutos estaríamos comiendo.
La tarde transcurrió sin pena ni gloria, muy de relax, vamos.
Casi anocheciendo nos fuimos a tomar unas copas a un local que a priori, estaría bien. Asi fue. Buena cerveza, buena música, y buena gente con ganas de pasarlo bien.
Javi se fue creciendo, aunque las circunstancias no eran para menos, sus ojos estaban clavados en un tipo que le puso a cien.
Era altísimo y muy recio. Con barba poblada y la camisa de leñador que tanto morbo le daba. Si, un fetichismo y al fin y al cabo, barato.
Llevaba unos vaqueros amplios con la parte de las nalgas desgastadas y algún agujero a la altura de las rodillas. Unas botas de montaña acercaban todo su peso al suelo. Estaría por los ciento cuarenta kilos de cualquier manera.
Nos acercamos con disimulo, pero javi se lanzo en plan kamikaze.
- ¿Me enseñas tu hacha? Tengo poco tiempo. Solo por verla te la limpiaría como nunca, acabara reluciente. Dime.
Aquel hombre nos miro a los tres y se cabreo un montón.
Se fue hasta la otra parte del bar y este detrás del oso, con cara de bueno y todo avergonzado, para pedirle disculpas.
- Perdona, pensaba que entendías.
- Claro que si, pero no me van esos rollos tan rápidos.
- Es que mañana me vuelvo a Madrid. Si no me hubieras gustado tanto, no te hubiera dicho nada.
El silencio se hizo en el bar.
- Yo mañana me subo para Alemania. Dijo con voz grave.
- Tengo ya el camión preparado en la ciudad del transporte. Añadió.
Pidió dos cervezas, una para cada uno.
Javi volvió a intentar acercarse a su recién estrenado capricho. La cerveza fue rápida.
Aquel tipo escribió una matricula sobre una servilleta y se la dio.

- Si tienes cojones a encontrarme te dejare que me limpies bien el sable.
Pero si se te hace muy tarde y estoy dormido... Te jodes.
Nos vino a contar lo que habia sucedido y se despidio de mi, con cara de pillo. Con cierta chuleria, tambien.
Según me contó cojio un taxi que le llevo hasta alli. Una vez ya en el poligono, le costo tan solo veinte minutos dar con la cabina que correspondia a la matricula. Llamo a la puerta, se abrio, entro, se la comio, y le dijo que se fuera. Regreso con un enfado...
Pues bien, esta mañana íbamos dentro de un bus, en la línea veinticuatro para bajarnos en garcía Sánchez y a lo que ya estamos en la calle ya, javi se pone ha chillar como un histérico perdido.
- ¡ La carpeta.. ! Me la deje en el bus.
Fuimos en taxi corriendo a valdefierro. Y alli en un principio de línea, sentados en el suelo, se nos cayo el mundo encima. En ese autobús no habia ni rastro de la carpeta por ningun sitio. El conductor tuvo una caballerosidad increíble, nos dijo que llamáramos a objetos perdidos. O a la empresa, aunque en el bus no habia nada.
Javi me miro con cara de loco y me dijo:
- Pues la escribes tu.
Y aquí estoy acabando cerca de la tienda por fin un relato erotico muy suave, pero bueno, el primero de mi vida al fin y al cabo.

jue nov 15, 07:22:00 p. m. 2007  

Publicar un comentario

<< Portada